viernes, 23 de abril de 2010

Lester Bangs a 27 años de su muerte

Stop: Los sesenta gringos no sólo fueron los excesos de los psicotrópicos, la lucha por los derechos civiles y los polvos a forro. Del mismo modo, Norteamérica vio nacer a la revista Rolling Stone y con ella, una nueva forma de hacer periodismo: el nuevo periodismo; el Gonzo. Play: La Rolling nació del “under”- del subte- y que en el paso a transformarse en lo que es ahora, acogió a reporteros que inventaron nuevas formas de hacer periodismo (El papá del gonzo Hunter Thompson, Tom Wolf, Abbie Hoffman, Lester Bangs...etc.). Rec: Lester Bangs el periodista que no podía escribir otra cosa que no fuese rock and roll. El tipo estaba enfermo. Las 24 horas del día vivía ocupado como monje de claustro en aquello que para él constituía su única religión: el rock. Pensaba en rock, soñaba con el rock, comía rock, fumaba rock, inhalaba rock, se inyectaba rock y defecaba rock. Bienvenidos a la insoportable genialidad del Rimbaud del rock and roll: Lester Bangs.

El legado del crítico del rock

Lester Bangs fue encontrado muerto en su departamento. El último afortunado que estuvo con él fue un tipo de 17 años llamado Jim De Rogatis, un fan del rock, pero por sobre todo, fan de Bangs. Era difícil frenar una pasión casi paranoica como la suya – obviamente por el rock- pasión que provocó que un día su mujer lo dejara, luego del cual los sucios gatos le orinaron una noche en la que precisamente no había luna llena, y estaba más sólo que un hongo. Bangs partió como el típico ensayo para la clase de periodismo en alguna high school gringa y terminó como un libro llamado Let it Blurt (2000), que cuenta la vida y obra del critico de rock más grande del mundo.

Fue el escritor más beligerante que ha tenido la industria del rock y que haya cobijado revista alguna. Nació en California, hijo de una testigo de Jehová, Lester Bangs llegó a Rolling Stone mediante un aviso y comenzó su carrera haciendo una crítica negativa de la banda MC5,precursores del punk en Estados Unidos, y su disco Kick out the Jams (1969). Hasta que a causa de su pluma corrosiva la revista R. S lo despidió -despedir suena aquí muy formal tratándose de Lester- la Rolling Stone lo “botó”. Y esa ruindad lo llevó a refugiarse en la revista Creem.

Sus textos o artículos estaban llenos de referencias personales que lo hicieron merecedor del título de un gurú musical. Uno que como vemos en Almost Famous –pela que ha marcado mucho en niños como yo- da consejos útiles para la vida, habla a garabatos, es más honesto que un borracho y se tira frases para el bronce tipo “El estilo es originalidad; la moda, fascismo. Las dos serán eternamente opuestas

El Rimbaud de la crítica

Durante el tiempo en que la Rolling Stone aun era considerada underground, Lester Bangs hizo la mayor parte de su trabajo, y hasta se daba el lujo de inventar entrevistas para bandas que él consideraba muy aburridas y que según él, no tenían nada que decir. Los lectores lo idolatraban, los chicos querían ser como él, las bandas querían ser sus amigos, y las chicas querían una cita.

Bangs se reconocía influenciado por la generación beat, especialmente por William Burroughs. Así mismo, los malvados dicen que Hunter Thompson le plagió su estilo - el periodismo gonzo. Pues sus actitudes de pedante y déspota se reflejaron cuando el director de la Rolling Stone declaró que había desembarcado al crítico de su staff por ser muy: “irrespetuosos con los músicos”. Ningún músico lo quería. Bangs desde su habitual columna anunciaba la muerte del rock and roll como cuando los evangelistas anuncian el fin del mundo. Hasta que apareció el punk, salvándole la vida.

Contrajo una extraña amistad con Joe Strummer –compositor y guitarrista de The Clash- y se esfumo en medio de sus viajes siderales en anfetas. Viviendo el rock’n'roll way of life como cualquier otro músico de la época. Consumía speed y a veces jarabe para la tos, quedandose escribiendo y escribiendo divagaciones de grupos como Guess Who o Coltrane. Con Lou Reed mantenía una relación de amor/odio muy particular, y era amigo de otros músicos, aunque él siempre dijo que de los amigos debías escribir honestamente y despiadadamente (así que perdió a unos cuantos por el camino).

Un día declaró que no le gustaba que le encasillen como crítico de rock, pues él también escribía poesía, cuentos, cartas de amor, y sobre todo: amenazas de muerte a los críticos de jazz blanco con el seudónimo: "La Mau Maus de East Harlem", y una vez al año escribía su propio obituario: “Billy The Kid murió y Búfalo Bill también”. Presumía de sus contradicciones. Tanto le daba decir que el rock era arte como decir todo lo contrario. A veces hablaba como un irredento fan de los artistas que le gustaban, con una admiración que rayaba el ridículo; otras veces escribía con un cinismo corrosivo que no dejaba títere con cabeza. Siempre quiso demostrar que él era un buen escritor, “uno de los mejores de América“, decía a veces. Murió antes de cumplir su promesa de irse a México para escribir la que debía ser su novela definitiva.

Lester Bangs dejó el mundo de los vivos el 30 de abril de 1982 por combinar Valium y Darvon para curarse un constipado. En su equipo sonaba el disco Transformer de Lou Reed. Hay pocos críticos que se hayan convertido en leyenda. Ni siquiera Greil Marcus puede presumir de serlo. No, al menos, en el sentido que sí lo es Lester Bangs. Y cosa curiosa, a su temprana muerte: músicos, rockers, y toda la fauna anónima de ofendidos a quienes atacó sin piedad, le rindieron homenaje.

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