Crumb: La venganza de lo asquerosamente encantador.

Stop: Robert Crumb es el antihéroe y padre del comic underground. Aquel que es seducido y aprisionado por la angustia y el temor, por sus pesadillas más candorosas y sus sueños más escabrosos. Play: Crumb ilustra todo aquello que supuestamente escondemos y repudiamos. Nuestro otro yo, quizás nuestra verdadera personalidad o nuestro corazón que es guarida de la sombra y de un pesimismo perpetuo. Rec: Bienvenidos a la mente de ese viejito extravagante, raro, con la contextura del profe de matemáticas, que usa sombrero a lo Chaparrón Bonaparte y tenia una dentadura mas torcida que su propia alma. Un tipo excéntrico, flaco y encorvado, que viste con ternos que parecen de los años 30. Unos lentes grandes que filtran su mirada cargada de ironía, crítica social y sexo (voyeuritas, arrecho a mil, lo “grotescamente erótico”). Amante de los vinilos antiguos de blues, country y jazz. Crumb es una mezcla de locura y genialidad. Un outsider completo.

¿Quieres ser Robert Crumb?

Si hay algo que me atrajo a primera vista de los cómics de Robert Crumb, fue ese estilo de narración cotidiano y hasta vulgar que despliega cada una de sus viñetas. Artífice del cómic underground a finales de los 60’s y máxima influencia de los cómics alternativos actuales, hasta podría decirse que Crumb es al mundo de las historietas gráficas lo que Bukowski es al mundo de la literatura y a su vez lo que Tom Waits es al mundo de la música. Y es que al parecer tuvieron muchas cosas en común.

Crumb nació en 1943 en Philadephia (EE.UU.) y creció bajo un ambiente católico y muy conservador. Su padre fue militar y fue muy severo he influyo mucho en la extremada timidez de Robert. Lo cual provoco que Crumb fuese condenado a ser un excluido en su clase, un “loser” más. En medio de esta exclusión y la marginalidad que tuvo Crumb, le ayudo a perfilar mas el mundo de sus comic; llenos de realismo, crudeza, humor negro envuelto en ironía y sarcasmo.

En 1958, a los quince años, Robert, comienza a realizar una serie de cómics con personajes propios que enseñaban a sus compañeros de estudios (no le daban mucha bola al parecer). En uno de esos cómics fue donde comenzó a desarrollar uno de sus personajes más famosos, El Gato Fritz. En ese mismo año se edita junto a El Gato Fritz lleno humor claramente inspirado por la revista Mad (la revista mas irónica y cruda de la década soñolienta del 50).

Aparte de esta precocidad, Robert ostentaba otra: su despertar sexual. Tan así que según el mismo contó en alguna entrevista, lo erotizaba nada mas ni nada menos que: Bugs Bunny y las botas de su tía –una mujer de mayor edad, gorda, despachada con piernas de futbolista capaz de comerle la cabeza luego del mejor polvo de su vida-. Como imaginaran, las chicas no se le acercaban demasiado, a nuestro morbosito Crumb.

La venganza de Crumb

La fama, sin embargo, no le llegó tan tarde como al viejo Bukowski. Crumb frecuentó mucho la zona del Haight Ashbury durante la década del ‘60 y estuvo expuesto a los efectos y visiones del LSD, cosa que puede llegar a apreciarse en los dibujos de aquella época: no sólo en el uso del color y otras cuestiones visuales, sino también en el diálogo que manejan sus personajes. Incluso llegó a entablar amistad con Janis Joplin, a tal punto que ésta le encargó la ilustración de la portada de su disco Cheap Thrills. El reconocimiento a gran escala fue instantáneo.

En el curso de los años sesenta el postmodernismo le revela a Crumb sus características más importantes con su radicalismo cultural y político, su hedonismo exacerbado; revuelta estudiantil, contracultura, moda de la marihuana y del LSD, liberación sexual, pero también películas y publicaciones porno-pop, aumento de violencia y de crueldad en los espectáculos, la cultura cotidiana incorpora la liberación, el placer y el sexo. Crumb se volvió un icono de la contracultura sesentera. Se dio el lujo de rechazar y hacer la portada de un disco de los Rolling Stones “porque detestaba su música”. Alcanzo una fama que únicamente le permitió follar mucho más (y a la que no le pidió nunca mucho más).

Crumb prefirió perseguir una visión que nada tenía que ver con la moral o la estética convencionales, que escandaliza por su sinceridad y su crudeza políticamente incorrectas; así, alimentando un par de obsesiones fetichistas muy bien definidas, puso al descubierto toda la hipocresía (racismo, machismo, puritanismo...) que se escondían tras aquellos ideales de igualdad, libertad y democracia con los que los EE.UU. se significan de puertas afuera. Sin embargo, nunca pretendió ser el cronista de su época (su particular ego no se lo habría permitido), de modo que siempre pudo y supo evolucionar con los tiempos para que la vigencia de su trabajo perdure como el primer día.

Hoy Crumb es considerado uno de los grandes artistas del siglo XX. Sin embargo, muchos críticos lo han tachado como pornografía misoginia, degradante e inmadura. Lo cierto es que Crumb no es más ni menos que un nerd, un loser marginal. Un ser salvaje brutalmente grotesco. Con un increíble talento.

Bonus track:

Y si todavía se quedan con ganas de más, prueben a ver el recomendado documental biográfico titulado Crumb, dirigido por David Lynch. En él podrán encontrarse con un tipo de lo más sencillo, común y corriente, de esos que huyen constantemente de la fama, desplegando su clásico humor mientras va narrando los sucesos de su vida, donde incluso es vista a través de familiares y gente allegada. Un hecho que me chocó mucho al ver el film fue su risa constante, cual tic nervioso, incluso teniendo al hermano Charles a su lado hablando de temas un tanto desafortunados. Todo un personaje.